ARQUITECTURA UNIVERSITARIA EN CHILE: NUEVAS CONDICIONES Y DESAFIOS (1980-2000)

Por Manuel Moreno G.
Febrero 2001

LA UNIVERSIDAD Y TERRRITORIO

Desde la creación de las universidades hace mas de 800 años, ha existido un importante rol de la arquitectura en el carácter de esta institución. En la evolución desde el claustro hasta el campus, la imagen de la universidad ha estado definida por su relación con el territorio y la ciudad.

Las universidades chilenas optaron desde su consolidación hace un siglo y medio ser un equipamiento jerárquico de la trama urbana de Santiago. Incluso en la época de la Colonia, en el siglo XVIII, la Universidad de San Felipe también fue parte de una incipiente centralidad que se estaba constituyendo en la sede administrativa de la Capitanía General. Después de la Independencia los estudios superiores siguen al alero del nuevo Instituto Nacional creado por José Miguel Carrera en 1813. Esta situación se mantiene hasta la fundación de la Universidad de Chile por Andrés Bello en 1843. Su edificio diseñado por Lucien Henault a mediados del siglo XIX y posteriormente la Casa Central de la Universidad Católica de 1914, de Emilio Jequier y Manuel Cifuentes, ubicados en Alameda, refuerzan la Alameda, eje público por excelencia, definido tempranamente por Bernardo O’Higgins. Con esta localización se presenta esta como una inserción monumental en el tejido urbano, definiendo el importante rol de la universidad en la sociedad chilena.

En las primeras décadas del siglo XX las sedes de la Universidad de Concepción, y Santa María de Valparaíso introducen la idea de “Campus”, definido como un conjunto de edificios que todavía insertos en la ciudad constituyen una nueva tipología en la educación superior chilena. Esta versión más urbana del Campus, que creó Thomás Jefferson con la Universidad de Virginia como un enclave autónomo en el territorio, tiene más referencias de universidades insertas en áreas urbanas consolidadas como las de Harvard o Pennsylvania en Estados Unidos.

Hace cincuenta años, a mediados del pasado siglo XX, comienzan a manifestarse en la arquitectura de las universidades chilenas, que sólo eran cinco, cambios radicales producto de la consolidación de la arquitectura moderna y específicamente de las nuevas referencias internacionales en nuestro campo disciplinar. Los importantes recursos y ambiciosos programas involucrados, en el desarrollo y expansión física de las universidades de Santiago y regiones estuvieron dirigidos a dar un gran salto cualitativo, reafirmando el carácter hegemónico de estas instituciones en el panorama cultural chileno, hecho que se mantuvo por todo el siglo XX.

EXPANSION Y TRANSFORMACIÓN

El crecimiento y diversificación curricular lleva ya en las primeras décadas del siglo XIX a la Universidad de Chile a desconcentrar sus facultades abandonando en pocos años la Sede Central las facultades de Ingeniería, Medicina, Agronomía y Derecho. Estas se instalan en lugares jerárquicos de Santiago manteniendo el carácter original de estas insertas en el espacio urbano. Este proceso también se manifestará más tardíamente en la Universidad Católica.

En menos de dos décadas, a partir de fines de los años cincuenta, se genera un dinámico proceso de transformaciones en la gestión y carácter de las universidades. Esto se desarrolla paralelamente a las nuevas visiones respecto de la organización espacial y territorial de éstas, y de su rol en una sociedad en proceso de transformaciones y también de crisis cultural social y política.

Estas nuevas visiones permitieron al ser creada la Universidad Técnica del Estado (digno nombre que algún autoritario funcionario encontró falto de “pedrigree” y lo cambio por U. de Santiago en los años 80), la oportunidad de innovación radical de las propuestas arquitectónicas. En 1957 los arquitectos Bresciani, Valdés, Castillo y Huidobro replantean en este campus la jerarquía y relación de los espacios exteriores y también la materialidad y carácter de la arquitectura universitaria en Chile. Esta época fue, en el pensamiento arquitectónico, la base de las profundas transformaciones que sufrirá el movimiento moderno una década después. Las preocupaciones del grupo Team X en Europa, y las discusiones entorno a la arquitectura como un sistema abierto y dinámico, influenciaron las obras universitarias de esta época. Lo anterior permitió un proceso de cambios bastante profundo en los criterios de diseño, que llegará a todas las universidades tradicionales y las nuevas sedes regionales que se desarrollaron a partir de fines de la década del cincuenta en nuestro país.

Los años 60’ estuvieron marcados por significativas transformaciones estructurales de las universidades chilenas. El contexto político y cultural de esta década en el mundo impacta con fuerza en la educación superior en Chile al plantearse un nuevo rol cultural y de organización para estas. Las ideas arquitectónicas también cambian y se introducen por medio de algunos proyectos emblemáticos. La idea del campus como una entidad autónoma y con altas pretenciones de autosuficiencia funcional, en que ejemplos de esto fueron el Campus San Joaquín de la Universidad Católica de German Brandes, proyecto de 1963, en una escala menor el Campus Antumapu de la Universidad de Chile del grupo TAU de 1965, y también las sedes regionales de la misma universidad.

Estos proyectos se encuentran con una creciente presión de expansión de la matrícula que tenía un ritmo de crecimiento de un 9% anual a fines de los cincuenta para pasar a un 18% de crecimiento anual a fines de los años sesenta.

Después de casi 40 años el Campus San Joaquín de la Pontificia Universidad Católica es una buena muestra de las complejidades y cambios radicales que han tenido las universidades chilenas. La idea de un campus unitario en que la Arquitectura y el Diseño Urbano constituían una unidad indivisible, (explorada en la UTE y contemporáneamente a San Joaquín en la Universidad Libre de Berlín, de Candillis, Josic y Woods) chocaron con las urgencias de una creciente matrícula y también con, las expectativas, tensiones y nuevos roles planteados por la reforma universitaria de 1967. El golpe militar de 1973 y la intervención del sistema universitario creó un nuevo escenario, que modificó absolutamente las estrategias de planificación física y arquitectónicas y a su vez segregó y atomizó el sistema universitario chileno.

LAS NUEVAS CONDICIONES

En los últimos veinte años se ha producido un cambio total del sistema de educación superior en Chile. Las transformación total de éste, con el desmembramiento de la U. de Chile y la U.T.E. y la creación de Universidades Regionales, las llamadas derivadas a partir de sus antiguas sedes. Además la incorporación de la inversión y gestión privada han creado en dos décadas un nuevo “paisaje” de la educación superior.

A partir de la modificaciones de comienzos de los años 80, que abrieron a la gestión privada la educación superior, y de las nuevas regulaciones de comienzos de los noventa con el término del autoritarismo y la intervención militar en las universidades, se produce un extraordinario crecimiento de la matrícula y también importantes cambios curriculares y de orientación. Esta nueva universidad asume un rol fundamentalmente instructivo y profesionalizante, lo que se reflejará claramente también en la arquitectura realizada en el período.

En 1980 el sistema de educación superior tenía 150.000 estudiantes, de los cuales 100.000 pertenecían a las universidades del Consejo de Rectores, de éstos cerca de 60.000 eran de la Universidad de Chile. Además de 22.000 matriculados en Institutos Profesionales y 30.000 en Centros de Formación Técnica. Sólo existían poco más de 1.000 estudiantes de Universidades Privadas.

Veinte años después, en el año 2001, la educación superior tiene más de 430.000 estudiantes que se dividen en 220.000 pertenecientes al Consejo de Rectores en 8 universidades tradicionales y 17 derivadas, 110.000 estudiantes de las nuevas universidades privadas en 13 universidades autónomas, 18 en acreditación y 8 en examinación; en total 39 nuevas universidades privadas. Los Institutos Profesionales tienen 45.000 inscritos y 55.000 estudiantes los Centros de Formación Técnica.
Si se agregan los docentes y administrativos se tiene más de 500.000 personas, constituyéndose en una de las actividades más relevantes del producto interno chileno.

CAMBIO Y NUEVOS ROLES

Al revisar las cifras se constata que las universidades del Consejo de Rectores (universidades tradicionales, más universidades derivadas en regiones) y los institutos profesionales han crecido un 100%. Los Centros de Formación Técnica sólo han aumentado un 85%. El crecimiento del Producto Interno Bruto chileno en el período 1980 – 2000 fue de un 159%. Pese a que el aumento del sistema tradicional ha estado bajo el PIB, se ha producido una significativa transformación del sistema. De las 8 universidades tradicionales se ha pasado a 25, esto por las 17 nuevas universidades derivadas de las anteriores, que fueron creadas en 1981 y están ubicadas casi en su totalidad en regiones.

El gran cambio del sistema se ha producido en la educación universitaria privada, ya que hace 20 años apenas representaban el 1% del total de la matrícula. En 1990 subieron a un 15% del sistema universitario. En el año 2001 representa el sistema privado un 33% del total de los alumnos de las universidades chilenas.

El crecimiento de más de ¡100 veces! en dos décadas ha producido el cambio más relevante en el sistema universitario chileno, después de la expansión de matrícula y de la reforma universitaria de los años 60.

Este cambio radical ha modificado el carácter y desarrollo de la educación universitaria tradicional, incorporando en las universidades del estado conceptos de gestión y marketing. Estas han desarrollado una capacidad para ofrecer matrícula en áreas más “relevantes” económicamente y de bajos costos operativos. Esta situación ha concentrado los esfuerzos en la docencia, siendo la mayoría de las nuevas universidades públicas y privadas centros de instrucción profesional en que la investigación y extensión son áreas de mínimo desarrollo.

La llamadas “carreras de pizarrón” como Derecho o Periodismo han crecido en una década más de un 1000%. El caso opuesto han sido las pedagogías que han bajado un 4% en esta nueva época, por la degradación social de esta profesión y los bajos retornos que produce a los centros universitarios.

Las carreras científicas que requieren grandes inversiones en infraestructura y equipamientos como Medicina, Geología, Odontología y otras, han tenido crecimientos de matrícula bastante más modestos, sólo un 50% en 20 años, frente a un PIB que se ha incrementado en un 159%.

LA REVISION DE UN CASO SINGULAR

Si nos detenemos a revisar a modo de ejemplo un caso en detalle, como es la carrera de arquitectura se podría constatar en toda su magnitud la expansión y transformación de las universidades chilenas.

Hace veinte años existían 5 escuelas de arquitectura: 2 escuelas centenarias en Santiago (U. de Chile y P. U. Católica), 2 en Valparaiso (U.C.V. de 1930 y U. de Chile de 1957), 1 en Concepción (UTE de 1969). La matrícula en 1980 apenas superaba los 2000 estudiantes.

Veinte años después existen 29 escuelas de arquitectura con aproximadamente 12.000 estudiantes. Un 50% se ubica en Santiago y el resto está diseminado desde Iquique a Osorno.
Un 20% de las escuelas son parte de las universidades tradicionales con una larga historia. El 40% de los alumnos pertenecen a escuelas privadas con grandes diferencias de calidad académica, infraestructura y algunas sometidas todavía a procesos de acreditación.

El 40% restante son nuevas escuelas de arquitectura que pertenecen a las universidades derivadas de las tradicionales. Estas sorprendentemente, por un vacío legal, no están obligadas a ningún sistema de acreditación, excepto el voluntario del Colegio de Arquitectos. En este segmento están los mayores problemas de calidad académica y también de equipamiento e infraestructura arquitectónica, que en algunas universidades regionales llega a ser dramático.

Cuando las 29 escuelas terminen su crecimiento y pasen a un “estado de régimen” en cuatro años más, existirán 15.000 estudiantes de arquitectura. Junto con esto trabajarán en éstas más de 1.000 arquitectos profesores, siendo el primer destino ocupacional de nuestra profesión, que supera incluso a los arquitectos funcionarios públicos. Junto con esto se duplicarán los titulados que hoy son menos de 500 el año pasando a “eyectar” aproximadamente de 1.000 nuevos arquitectos al año en poco tiempo más.

ARQUITECTURA UNIVERSITARIA: NUEVOS TEMAS Y DESAFÍOS

El nuevo escenario que se ha creado en los últimos 20 años en el sistema universitario chileno obliga a revisar los temas que surgen de este cambio radical.
También se hace necesario replantear los alcances reales de la compleja relación entre universidad y arquitectura, esto para tener más claridad respecto a los desafíos que plantea esta nueva situación.

La proliferación de universidades nacidas del sistema público y las nuevas privadas, junto con el aumento acelerado de matrícula y carreras ha generado al menos cuatro áreas temáticas relevantes en el carácter actual de la arquitectura universitaria, que merecen una atención relevante:

A. HABITABILIDAD Y PROGRAMA
Quizás uno de los temas más urgentes es la reposición de un aceptable nivel de habitabilidad y de una mayor calidad programática de las obras realizadas. Estas carencias se expresan con mayor dramatismo en los standares de superficie que se presentan insuficientes respecto a lo que debe ser un espacio universitario.

A excepción de las universidades tradicionales y de algunas privadas la superficie construida por alumno a disminuido progresivamente. Las normas legales de superficie mínimas están, en el caso de las universidades, sólo referidas al tamaño de las salas de clases, y no a la superficie total por alumno que incluya todos los equipamientos de bibliotecas, talleres y servicios.

Las experiencias nacionales e internacionales están acotando como mínimo construido una superficie de 6 m2 por alumno universitario. Para dar un nivel aceptable de calidad es recomendable que esta superficie sea al menos el doble de las standares mínimas de los edificios escolares. En el caso chileno 3 m2 construidos por alumno de educación escolar media o básica es el mínimo de un colegio municipalizado o subvencionado en que se pueden desarrollar las actividades docentes. La relación entre matrícula y superficie construida en una gran cantidad de universidades es menor a estos standares mínimos. Esto impide desarrollar actividades docentes con dignidad.

Esta grave situación a “escolarizado” la imagen de la arquitectura universitaria privilegiando de la construcción de salas de clase y destinando un mínimo de superficie a equipamientos fundamentales de la educación universitaria.

B. CALIDAD ARQUITECTÓNICA
A nivel global la arquitectura universitaria siempre ha sido un importante elemento de prestigio, teniéndose preocupación por dar jerarquía institucional con calidad arquitectónica y material en las obras realizadas. Si revisamos los textos mas relevantes de la historia de la arquitectura, las obras universitarias siempre han ocupado un espacio significativo y especialmente en los siglos XIX y XX.

A partir de las experiencias de las décadas pasadas se está produciendo una decantación en el sistema universitario que permite ver un mayor grado de madurez institucional de éstas, obligando a realizar significativas inversiones en arquitectura y equipamiento para resolver los complejos desafíos de proveer una educación superior de mayor calidad. Los sistemas públicos de supervisión y la gran escala de las inversiones a realizar permiten afirmar que ha terminado el indiscriminado proceso de expansión de estos.
Esto ya se ve por la absorción o fusión de universidades que necesitan responder con mejores equipamientos y programas docentes a la fuerte competencia por captar alumnos. Ya es insuficiente solo las cuantiosas campañas de propaganda de instituciones que en muchos casos no cumplen con standares mínimos de infraestructura y que por la nuevas condiciones tendrán que replantear sus objetivos y prioridades de desarrollo.

La calidad de los espacios arquitectónicos universitarios, que en las décadas anteriores no fue un tema relevante, está constituyéndose en un dato clave para la determinación de la jerarquía y prestigio de las universidades chilenas.

C. PLANIFICACIÓN Y REALIDAD
Las universidades tradicionales, han tenido una experiencia dilatada respecto a la planificación del crecimiento físico de sus instituciones. Los grandes planes de los años 50 y 60 que intentaban dar un gigantesco salto cuantitativo en la arquitectura universitaria de nuestro país chocaron con una realidad diferente y con recursos limitados. Muchos proyectos de gran escala nunca fueron construidos en su totalidad, sufriendo cambios o directamente siendo abandonados en su proceso de desarrollo.

El largo camino de importantes proyectos como el Campus San Joaquín de la P. U. Católica en Santiago dan cuenta de esto. Después de casi 40 años del proyecto original, que fue superado y absolutamente transformado, el campus estuvo más de 20 años sin una definición de estrategias claras de diseño urbano y arquitectónico. A partir de un nuevo plan general, hoy se está recreando con obras de calidad, faltando consolidar todavía los espacios públicos del campus. La historia de este proceso es un registro de las diferentes orientaciones e influencias que ha tenido en las últimas décadas el diseño de los espacios universitarios en Chile.

El Campus Beaucheff de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile, junto al Parque O’Higgins en Santiago, ha sido una clara muestra de los efectos de la exagerada expansión y densificación sobre un buen ejemplo de arquitectura de comienzos del siglo XX (1911-1924).
En los años 60 se implementó un plan general que ignoró la historia y cualidades de lo construido, destruyendo el sentido del proyecto original. Además se plantearon estrategias de desarrollo e inversión que fue imposible de cumplir degradando la arquitectura y habitabilidad del campus. Una paciente labor de puesta en valor del equipo de arquitectos dirigido por Rodrigo De la Cruz ha redescubierto los valores de lo construido y además han intentado planificar un desarrollo más real y en consonancia con las preexistencias arquitectónicas.

Este mismo proceso de degradación por densificación se ha presentado en las casas centrales de las Universidades de Chile, Católica, Católica de Valparaíso y otras. En cada uno de estos casos los trabajos de recuperación y también de una reformulación conceptual de las estrategias de intervención han tomado bastante tiempo y significativos recursos.

La relación entre estrategias de diseño, desarrollo y recursos disponibles ha sido uno de los grandes problemas de la arquitectura universitaria.
Existen numerosos campus en regiones o grandes proyectos como la Escuela de Medicina de la U. de Chile que con sus 60.000 m2 a medio terminar después de 40 años son una tarea pendiente que implica revisar la teoría y acción respecto a estos temas.

D. UNIVERSIDADES Y CONTEXTO TERRITORIAL
La acción de los espacios universitarios sobre el territorio y el espacio urbano en Chile ha sido en general bastante positiva, aportando beneficios al entorno de estas.

El rol de la Universidad de Concepción en el espacio público o el importante papel dinamizador de ciudades intermedias en regiones como la Universidad Austral en Valdivia dan cuenta de este relevante aporte a la calidad urbana.

El ejemplo más reciente de esto ha sido el significativo papel revitalizador que han jugado en la renovación urbana de Santiago Sur Poniente las nuevas universidades creadas en el último periodo. La degradación urbana de calles como Ejército o República frente al nuevo plan de revitalización del área, que promovía la instalación de viviendas en alta densidad, daba como resultado la destrucción y reemplazo de un importante patrimonio arquitectónico y urbano, o sea el remedio estaba profundizando el daño.

La instalación de las nuevas universidades en las calles Dieciocho, República, España, en Santiago Poniente o Plaza Almagro han dignificado la vida urbana y a su vez mantenido una escala intermedia que respeta, dinamiza y recrea el carácter de estos barrios.

Una tarea pendiente que se presentara con fuerza en esta década, es el desafío teórico y proyectual que plantearán los nuevos campus universitarios que por sus dimensiones no tienen cabida en las ciudades por inexistencia de terrenos libres que permitan su inclusión en el tejido existente.

La excesiva atomización de algunas universidades en múltiples sedes y la necesidad de interrelación disciplinar están orientado a las instituciones a buscar una concentración de sus actividades. La relación entre estos grandes conjuntos y el territorio es uno de los grandes desafíos de calidad para la arquitectura universitaria.

Obviamente la solución de estos temas no asegura la calidad académica de las universidades chilenas, pero si son un componente imprescindible de esta.

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