Manuel Moreno en su obra arquitectónica: asimilaciones, oscilaciones, discusiones

por Fernando Pérez Oyarzún

Jefe Programa de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctor de la Escuela Técnica Superior de Barcelona.‬

 

La trayectoria arquitectónica de Manuel Moreno puede situarse entre su proyecto de título realizado en 1977 y su muerte ocurrida en 2002. Su actividad como arquitecto se entrelaza, por tanto, con 25 años de historia de la arquitectura en Chile. 25 años, caracterizados por mutaciones significativas en la actividad y la cultura profesional. Mutaciones y derivas a las que sin duda la figura de Manuel Moreno estuvo ligada, frecuentemente en roles protagónicos.

¿Como se situó el Manuel Moreno arquitecto frente a este proceso? ¿Cuáles fueron sus posiciones? ¿Cómo se relaciona su actividad profesional con lo que fueron algunas de sus inquietudes intelectuales y sus actividades académicas? Repasar algunos de los hitos de su carera permite recorrer esos 25 años de arquitectura en Chile, sus alternativas y sus tensiones internas de las que sin duda Moreno participó.

La realización del proyecto de título de Moreno -un hotel en el balneario de Rocas de Santo Domingo- en 1977, coincide con la realización de la primera bienal de arquitectura en Chile. Ello explica la obtención del premio Decano del Canto en tal evento. Esta bienal puede verse como la cristalización de una serie de reflexiones y discusiones que se habían producido entre los arquitectos chilenos en los años inmediatamente anteriores, afectando desde la actividad profesional hasta el mundo académico. Ella significó además, al menos para los arquitectos, un espacio de discusión y de comunicación con el mundo en un momento políticamente difícil en el que las actividades públicas e intelectuales se habían visto fuertemente reducidas.

Las conferencias dadas por Fernando Montes en 1977 en la oficina de Boza Lührs y Muzard habían permitido acercarse a la actividad hasta entonces relativamente desconocida de arquitectos como Robert Venturi, Aldo Rossi y los entonces emergentes hermanos Krier. Habían sugerido también una visión crítica acerca de la arquitectura moderna hasta entonces dominante, muy especialmente de sus desarrollos posteriores a la segunda guerra mundial. Por último, habían introducido un entusiasmo nuevo por la actividad intelectual, una recuperación del interés por la teoría y por la historia que daría origen a nuevas publicaciones como ARS y a agrupaciones como CEDLA donde ellas encontrarían expresión. Es en este ambiente en que la joven figura de Manuel Moreno emerge a la luz pública y es a esta discusión a la que se incorpora .

El premio obtenido por Manuel Moreno coronaba una brillante trayectoria en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile. Para él, los estudios de arquitectura habían significado un encuentro consigo mismo; una forma de expresar y manifestar sus capacidades. Esto no significa que rindiera brillantemente en cada una de las materias del currículo, pero destacaría especialmente en el ámbito del proyecto y de la historia lo que le había valido la actuación como ayudante en diversos talleres (Montecinos, Munizaga, Atanasio) desde 1972. Hacia el final de sus estudios Moreno realiza un seminario sobre arquitectura moderna en Chile bajo la guía e inspiración de Jorge Swinburn. El lo considerará origen de trabajos posteriores como Arquitectura y Modernidad en Chile . Es curioso que tal trabajo parezca ir contra corriente de los intereses que en ese momento parecen predominar en el ambiente arquitectónico chileno. Es un dato interesante de destacar, ya que no solamente nos ayuda a no simplificar en exceso las coordenadas de un determinado momento histórico sino que nos permite comprender mejor el sentido de la evolución arquitectónica de Moreno.

Es en este entorno y con éstas experiencias a cuestas que Manuel Moreno iniciará su incursión en el mundo profesional.

Sus primeros años de ejercicio profesional están marcados por su participación como proyectista en la oficina de Boza Lührs y Muzard. No se trataba de cualquier oficina. Esta y muy especialmente Cristián Boza, había animado la actividad cultural de los últimos años setenta, protagonizando las actividades como las de CEDLA y Proyecto Santiago Poniente (1977) presentado como objeto emblemático en la primera bienal de arquitectura. Boza tenía una particular sensibilidad para escoger sus colaboradores entre jóvenes promisorios como Manuel Moreno y Hernán Duval. A su talento y competencia profesional ellos unían una capacidad intelectual que les permitía participar en la discusión y en las aventuras culturales en que se internaba la oficina. Algunos de los frutos más destacables de dicha cooperación que se extendió por alrededor de siete años fueron los edificios Fundación (1979) y Las Américas (1989) en el centro de Santiago. En ambos edificios se procuró resolver, con fortuna relativa, la contradicción difícil: aquella producida entre la morfología de manzanas continuas y altura homogénea características del Santiago de Bruner, admiradas por Boza y el grupo CEDLA, y las exigencias de la presión inmobiliaria, consagrada por una normativa que permitir mayor altura con la consiguiente introducción de la torre como tipo. La idea de un cuerpo sólido en la sección baja de ambos edificios y una torre de cristal más esbelta fue una fórmula de utilización frecuente para enfrentar tal contradicción. Más allá de la valoración que con cierta perspectiva histórica se pudiera hacer de tales edificios, son dos piezas muy características del período. El primer premio en el concurso Plan Alameda (1982) fue otros de los logros significativos de Boza Lührs Muzard durante el período en que Manuel Moreno y Hernán Duval colaboraron con ellos. Con posterioridad a su trabajo junto a Boza Lührs Muzard, Moreno y Duval quien también era egresado de la Universidad de Chile, trabajan en una asociación independiente durante alrededor de cuatro años.

Es por tanto a partir de la década del 90 que puede hablarse de un ejercicio profesional en que Manuel Moreno muestra un mayor grado de autonomía. Ello no significa que renuncie a trabajar con diversos socios y colaboradores entre los que destacarán Humberto Eliash, el propio Hernán Duval o Cristián Undurraga. Igualmente, va incorporando en sus obras un variado grupo de colaboradores que en algunos casos como los de Jorge Marsino o María Inés Buzón, figurarán como arquitectos asociados en algunas de sus obras. Es sin duda en este período que va entre 1990 y 2002 que pueden encontrarse algunos de los proyectos más perdurables entre los realizados por Moreno.

¿Cuál es el panorama que enfrenta la arquitectura chilena por aquellos años? De una parte se ha producido una asimilación más crítica y más mesurada acerca de la posibilidad de reinterpretar la historia y la tradición, poniendo en duda algunas de las expectativas que se había generado al fin de la década del 70 y se había prolongado durante los años 80. Tal maduración puede percibirse si se sigue por ejemplo, la trayectoria temática y las discusiones de los Seminarios de Arquitectura latinoamericana (SAL). En ellos la preocupación por la tradición y la historia, bien frecuentemente comprendidas de manera primaria y esquemática, cede paso a la cuestión de la identidad y de una posible arquitectura latinoamericana. El descubrimiento y la valoración de una figura como la de Luís Barragán habían afectado a moros y cristianos alentando la posibilidad de una posición que se alejara tanto de un supuesto rigorismo moderno ortodoxo como de una iconografía más directamente historicista. Algunos de los aspectos potenciados en este contexto fueron los del paisaje y la geografía como posibilidad de caracterizar una arquitectura “apropiada” a Latinoamérica. De hecho el uso de este término tomado del ámbito tecnológico y transferido al de los problemas culturales comienza a ser cada vez más frecuente.

En el plano intelectual un libro como Otra Arquitectura en América Latina de Enrique Browne expresa bien este ambiente intelectual. El es el resultado de reflexiones como las que al alero del Museo de Arte Pre Colombino había realizado el Taller América en los años anteriores. Una similar búsqueda de esa arquitectura “otra” es la que expresa el concepto de modernidad apropiada acuñado por Cristián Fernández Cox . Las búsquedas que contemporáneamente llevada a cabo algunos años antes por Kenneth Frampton y Alexander Tzonis estaban ciertamente tras algunas de estas propuestas .

Debe destacarse también que los inicios de la actividad de Manuel Moreno como arquitecto independiente son relativamente contemporáneos con la publicación de su libro Arquitectura y modernidad en Chile 1925-1965, realizado en conjunto con Humberto Eliash, hasta hoy una de sus contribuciones más significativas al estudio del período, particularmente por su valiosa iconografía. El libro recogía lo fundamental de la obra de los arquitectos chilenos de entre guerras y post segunda guerra mundial, y se encargaba también de señalar algunas de sus ambigüedades, como el ejercicio en paralelo de diversos lenguajes arquitectónicos y sosteniendo la tesis de que en parte tal arquitectura constituía una asimilación a crítica de un lenguaje moderno importado. A la vez que daba espacio a posiciones alternativas como las de Juan Borchers y la Escuela de Valparaíso, destacaba la importancia que había asumido el Estado en la difusión y el establecimiento de esta arquitectura. Todas estas ideas irán encontrando contrapartes en la obra que contemporáneamente comenzará a desarrollar Manuel Moreno.

En un contexto como éste, que valora las cuestiones de la adecuación y la propiedad del lenguaje arquitectónico empleado encaja muy bien una obra como el edificio de oficinas de EDAPI (1995) en Nuñoa, una de los primeros en dar a conocer la voz arquitectónica más individual de Manuel Moreno.

En éste queda clara la combinación de dos polos de atención: por una parte el contexto urbano y normativo que le permite jugar con las alturas y ocupaciones permitidas, así como con la presencia de la mezquita en el terreno vecino; por la otra, la importancia radical dada a la orientación, situando las circulaciones al sur y diferenciando cada una de las fachadas en relación al recorrido solar, como muestran bien algunos de los dibujos con que se ha difundido el proyecto. Dichas operaciones recuerdan el similar protagonismo que dichos factores adquieren en edificios como el de Cristián Fernández en calle Montolín (1989), presentado como resultado de una búsqueda de modernidad apropiada por parte de su autor . Otro tanto puede decirse de la actitud asumida por el Edificio Consorcio (1990) de Enrique Browne y Borja Huidobro, donde la protección solar y la cuestión de la orientación adquieren un carácter temático. El resultado es entonces un objeto arquitectónico a la vez racional y contextualizado, que carece de referencias históricas demasiado explícitas y recupera el uso del hormigón visto aunque ligeramente texturado como lo había hecho Vilamajó en la Facultad de Ingeniería de Montevideo o Larraín, Duhart Pérez de Arce y Piwonka en la iglesia del Verbo Divino.

El edificio para el MOP de Copiapó (1999), realizado junto a Humberto Eliash pone en juego una estrategia que se replicará en muchos de los proyectos que Moreno abordará en los años sucesivos. Se trata de la articulación de dos bloques paralelos configurados muy racionalmente y modulados para producir una adecuada división en oficinas, con el espacio memorable y monumental de un patio sombreado por una grilla suspendida a nivel de un sexto piso. La solución es extremadamente sencilla y efectiva. El origen de la idea es nuevamente geográfico –la necesidad de espacios sombreados en el norte- haciendo uso de una solución que contemporáneamente ponen en juego Gubbins arquitectos en el edificio para el MOP en Antofagasta. La utilización de protectores solares y la combinación de diversos tipos de fenestración (horizontales y verticales) hablan de un intento por producir una arquitectura que represente una racionalidad sensible en busca de una identidad que se apoye en variables climáticas y geográficas. Todo ello dentro de una muy medida y eficiente utilización de recursos constructivos para enriquecer el proyecto con espacios públicos memorables dentro de las estrechas cotas presupuestarias establecidas para este tipo de edificios. La utilización del patio cubierto será un elemento al que, con este mismo fin, recurrirán otros proyectos de Manuel Moreno en los años sucesivos. Este edificio habla también del interés de Moreno por la arquitectura pública, manifiesto desde el ámbito académico hasta el profesional. Así en el capítulo que junto a Humberto Eliash introdujeron en Arquitectura y Modernidad en Chile, o en estudio que realizó dentro del magíster en Arquitectura de la PUC o los seminarios en que participó para funcionarios del MOP.

Es esa misma racionalidad sensible, en la que se encuentran desde su formación profesional en la universidad de Chile con su interés por la historia y su participación en la discusión arquitectónica local la que permitió a Manuel Moreno abordar los más variados programas desde edificios de vivienda para la industria inmobiliaria hasta diseño urbano; desde los edificios de oficinas hasta proyectos de restauración y reciclaje. En todos estos campos, muchos de ellos surgidos de las mudables situaciones económicas y políticas del país Manuel Moreno buscará siempre esa oportunidad factible de arquitectura que caracteriza toda su obra. Ejemplo claro de ello son sus intentos por dotar de mayor contenido arquitectónico y lograr una mejor calidad a proyectos de infraestructura, una temática emergente con particular fuerza hacia el final de los años noventa. En este terreno se pueden destacar sus diseños de vías exclusivas para las calles Santa Rosa (1997) Gran Avenida (1997) en Santiago, realizados en conjunto con Undurraga Devés Arquitectos e ICR Consultores. También el seccional para le camino Santiago-Colina (1999-2000) realizado en sociedad con H. Eliash, E. Guzmán, H. Duval y DGEM Consultores.

En el caso de los proyectos de restauración y reciclaje, ellos suelen estar conectados a estudios históricos y al interés de Manuel Moreno por el patrimonio, en particular el patrimonio moderno. El caso más relevante entre éstos es el del Aula Magna y Biblioteca para la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. El proyecto consistente en insertar una nueva biblioteca y modernizar el aula magna es el resultado de una larga preocupación por la arquitectura de Juan Martínez y la que es probablemente la más lograda de sus obras. Esta intervención está en el origen del proyecto de ampliación de la facultad que más tarde encabezará Humberto Eliash. Históricamente estos proyectos pueden verse como una cierta mutación del interés por la historia surgido hacia el fin de los años 1970s: de un intento de mímesis se pasa a un intento de diálogo con las arquitecturas del pasado.

Entre los diversos programas arquitectónicos abordados por Manuel Moreno a lo largo de su trayectoria profesional, el de la educación merece una atención especial. Ello, tanto por la cantidad de proyectos desarrollados -desde el Colegio Alcántara de La Florida de 1995 hasta el Colegio Maimónides del 2000- como por la importancia de tales proyectos dentro del conjunto de su obra. La construcción escolar y universitaria tiene una larga tradición dentro de la arquitectura moderna en general y específicamente en Chile. Se trata de uno de esos programas que surge y se consolida junto con la arquitectura moderna. A la vez se trata de uno de los campos sometidos a fuerte crítica durante los años sesenta y setenta por la mirada reduccionista a que una aproximación racionalista como la difundida por Alfred Roth parecía conducirla. Los proyectos abordados por Manuel Moreno, algunos de los cuales son realizados dentro de marcos presupuestarios muy estrechos, se proponen trabajar dentro de esta tensión. Ellos expresan un intento más general dentro de la sociedad chilena por incorporar calidad al proyecto educativo. Tal actitud no carecía de antecedentes, ya que algunas de las obras más interesantes de los años 1950s y 60s son precisamente colegios, pero en los años que consideramos se extiende a una gama más amplia de establecimientos incluyendo algunos destinados a estudiantes de escasos recursos. El abordaje de proyectos educacionales coinciden en el caso de Manuel Moreno con la incorporación de nuevos colaboradores que, como en el caso de Jorge Marsino irán adquiriendo paulatinamente un protagonismo más significativo en la oficina.

En el caso del edificio para el Centro de Investigación y Biblioteca de la Universidad Finis Terrae se entrecruzan una clara postura urbana que renuncia a localizar un edificio en altura tal como estaba permitido por las normas, para insertarse mejor en el conjunto presidido por una antigua mansión de calle Pedro de Valdivia, y una nueva sensibilidad hacia las pieles del edificio en la que la utilización del vidrio en diversas formas juega un rol particular. En tal actitud está presente el modo en que Manuel Moreno articula algunas actitudes y posturas permanente, especialmente en el terreno urbano, con una atención permanente a la evolución de la arquitectura internacional. Tanto en el Colegio Maimónides como en el Carlos Oviedo los proyectos recurren a estrategias que Moreno ha explorado de manera consistente. Combina en ellas la localización de piezas extremadamente simples y racionales con la generación de espacios públicos memorables y un tratamiento más complejo de los espacios exteriores.

En el caso del colegio Maimónides la localización de volúmenes de salas entre árboles existentes dan lugar a una periferia construida que respeta la vegetación existente produciendo en sus extremos un patio triangular y otro cubierto. En el caso del Colegio Cardenal Carlos Oviedo, situada en una típica área periférica de escasos recursos, la disposición quebrada y paralela de los volúmenes de salas permite acomodar los servicios y dar lugar a un variado conjunto de patios y espacios deportivos.

Vista en su conjunto, la actividad de Manuel Moreno puede entenderse como un proceso que a la vez asimila y discute los fenómenos enfrentados por la cultura profesional en los años en que ejerció como arquitecto. Por otra, ella es la contraparte de su actividad intelectual y académica. Son las mismas temáticas las que se reconocen en sus obras, sus artículos y sus actividades docentes. Asuntos como los de la arquitectura moderna, su carácter patrimonial -de cuya defensa fue un pionero- y su posibilidad de ser incluida dentro de un proceso de continuidad histórica o la importancia de la arquitectura pública aparecen recurrentemente en sus artículos. Su trabajo profesional puede verse como una reflexión arquitectónica y profesional sobre muchos de esos mismos tópicos. Así, su último período evidencia una reflexión crítica sobre la arquitectura moderna que bien podría ser vista como una concretización de lo que fue su temprano interés por tal arquitectura luego de un largo esfuerzo por someterla a una revisión crítica.

Su acción profesional aparece marcada siempre por una nota de realismo que confirió importancia considerable al esfuerzo de adaptarse a las condiciones del encargo. La cuestión de la factibilidad se convierte así en un elemento esencial de la propuesta arquitectónica de Manuel Moreno, quien preferirá sacrificar determinados rasgos de radicalidad en función de llevar ciertas temáticas y ciertas poéticas al ámbito del encargo cotidiano y de la demanda pública.

 

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